Una síntesis de algunos de los elementos que permiten deducir que algo inédito está sucediendo en Estados Unidos.
Alexandria Ocasio-Cortezi ha dado el martes pasado un potente discurso feminista en el Congreso de Estados Unidos. En él ha denunciado los insultos machistas que recibió de parte de un legislador republicano el lunes pasado, pero también ha hecho un argumento sobre la extendida cultura del lenguaje misógino en Estados Unidos. La congresista demócrata de Nueva York ha contado que el lunes el legislador republicano de Florida Ted Yoho la increpó en los pasillos del Capitolio, tras un acalorado debate en la sede sobre el aumento del crimen y el desempleo en Nueva York. Según el relato de Ocasio-Cortez, Yoho se detuvo frente a ella, la señaló con el dedo y la llamó “desagradable, loca y peligrosa”. Luego, tras caminar unos pasos para alejarse y frente a varios periodistas le ha soltado un grave insulto machista.
Según varios estudios y análisis, los servicios de abastecimiento de agua de los Estados Unidos son comparables a los de las regiones más desfavorecidas del mundo. El deterioro de la infraestructura, la contaminación de las aguas subterráneas y las reservas naturales, así como el fuerte aumento del precio del agua ponen en peligro la vida de varios millones de personas. Al menos 30 millones de ciudadanos estadounidenses viven en áreas donde la calidad del agua no cumple con las normas de salubridad. Y más de 2 millones de hogares no tienen acceso al agua corriente, según las cifras de la Agencia de Protección Ambiental publicadas a principios de 2020ii. Y agrego yo, que es difícil imaginar una situación semejante en una nación que se precia de ser la primera potencia del planeta de tener el mejor sistema de salud del mundo y de contar con un gran desarrollo humano, en fin, el paradigma de país civilizado.