Archivo de la categoría: #Colonialismo
El Covid-19, la democracia y el Grupo de Lima
Por Atilio Borón, publicado en su blog
Puede parecer extraño, pero hay una muy estrecha relación entre la salud pública y la democracia porque aquella refleja la receptividad y respuesta de las autoridades ante las enfermedades que atribulan a su población. Los gobiernos que se arrogan la condición de “democráticos” deberían exhibir, máxime durante una pandemia, muy buenos índices de combate al flagelo. ¿Cómo se puede medir esto? Respuesta: analizando el número de muertos por el Covid-19 por millón de habitantes, para neutralizar las distorsiones que producirían los desiguales tamaños de los países.
Colombia: Esperemos que Duque por fin actúe como Jefe de Estado
Por Germán Ayala Osorio, publicado en La Oreja Roja
En los encuentros y desencuentros entre gobiernos y la Minga indígena sobresalen dos factores clave: el primero, el factor étnico y el segundo, el factor discursivo, esto es, el valor de la palabra. El factor étnico juega un papel fundamental porque ha permitido ver, con inusitada frecuencia y fuerza, la animadversión que sienten los delegados, ministros, consejeros ministeriales y presidentes de la República hacia los indígenas, en particular, hacia los Nasa.
Yo nunca fui Charlie.
Por Manuel Arismendi Poblete, tomado de HispanTV
La libertad de expresión, de la que tanto presume Francia, ha sido tomada como prisionera a través de una intensa campaña de agresiones gráficas, verbales y físicas hacia el Islam por la revista Charlie Hebdo, hecho violento, que agrede las creencias de un grupo en particular, en este caso, de los musulmanes, no solo de Francia, sino del mundo. Lee el resto de esta entrada
Mirar a Bolivia desde dentro.
Por Rafael Bautista Segales, publicado en Rebelión
Nota de Rebelión: Bolivia, antes de Evo, durante su gobierno y aún después del golpe de estado, es un universo complejo para ser entendido sin haber vivido allí. Por eso recurrimos a Rafael Bautista, filósofo indígena boliviano, que hace un análisis profundo de la realidad política de su país. Les dejamos su palabra y pensamiento, que fue originalmente publicado como un panel que se llamó “Pensar el mundo desde Bolivia,” y que puede ser escuchado aquí. Por razones de espacio, transcribimos una edición de la ponencia.
***
Lo que puedo decir acerca del proceso boliviano lo expuse en un trabajo del 2018 que se llamó “¿Cómo se produce una ‘revolución de colores’?”. Ahí estoy mostrando lo que está pasando en el proceso boliviano y por qué iba a fracasar, por qué íbamos a tener una declinación del proceso boliviano. Lo que no sabíamos era qué tan profunda fue la horadación que se hizo al espíritu popular, para que no se replique la insurgencia popular de octubre del 2013.
Por lo general, y esto es una autocrítica que tenemos que hacernos como izquierda latinoamericana, el izquierdismo siempre jura y perjura de que basta una revuelta popular para escribir y afirmar que el socialismo está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, han habido insurgencias populares que han terminado en gobiernos que nunca han estado a la altura de lo que el pueblo había producido como hecho revolucionario.
Esto siempre ha llevado a una especie de ortodoxia que Marx (después retoma eso Franz Hinkelammert) lo denomina: “el termidor de la revolución.” Es decir, una revolución empieza con una base profundamente democrática, pero esa base democrática—lo que Dussel llamaría “la potencia”, o sea el poder originario—tiene que determinarse, no puede quedar en la indeterminación. El problema es cuando se determina, es decir, cuando asume una fisonomía determinada, cuando ingresan los profesionales de la política, cuando se ingresa a la forma de gobierno, aparecen quienes horadan esa base democrática popular y empiezan a hacer encajar esa insurgencia dentro de cánones ya establecidos, teóricos, que supuestamente son los que afirman el tránsito inmediato al socialismo.
La libertad de unos y otros.
Por Javier Tolcachier, publicado en Rebelión
La indignación aflora, ¡y con justa razón!, cuando en nombre de la libertad, se invaden o anexan territorios, se fomentan guerras, se atacan países, se someten culturas.
Podrá argumentarse que este rasgo argumental ha estado presente en las ideologías de todos los imperios pasados, a través de las cuales los conquistadores sosegaban sus atribuladas conciencias afirmando que traían liberación y civilización a los pueblos atrasados o sojuzgados.
Aún cuando se reconozca el antecedente, comprobando que muchas poblaciones creyeron en el infundio o adhirieron voluntariamente a las dominaciones imperialistas pensando que éstas al menos desatarían las cadenas de satrapías establecidas, la indignación no cede. Con justa razón.
No hay derecho humano alguno en conspirar contra la autodeterminación de un pueblo, bloquear o sancionar naciones, ni valentía alguna en desatar la guerra, el desplazamiento forzado, no hay justicia alguna en la miseria o la desigualdad. ¿En nombre de qué libertad, de qué civilización se mata, se roba, o se manda a matar y a robar? ¿En nombre de qué libertad se concentran desmedidas riquezas, condenando a la mayoría de la humanidad a la pobreza y el hambre?