Los ataques a través de las redes sociales de la contrarrevolución de Miami contra el canciller Bruno Rodríguez, con motivo de su denuncia por el ametrallamiento de la sede diplomática cubana en Washington, buscan crear un clima propicio para una nueva oleada terrorista contra representaciones de la Isla en el exterior.
De esa forma, además, persiguen desviar la atención al pedido de Cuba a la Casa Blanca de que aclare su vinculación con la acción terrorista de Alexander Alazo.
Ningún otro gobierno que no sea Estados Unidos ha imputado las razones de la Isla al reclamar una explicación a Washington y, por el contrario, congresistas y senadores estadounidenses, políticos, líderes sociales y organizaciones de diversos tipos en el mundo se han solidarizado con La Habana.
Mientras, la actual administración estadounidense mantiene un silencio cómplice y permite a sus lacayos que realicen el trabajo sucio en las redes sociales, empleando la peor jerga delincuencial, triste papel en el que destaca un grupo de artistas veteranos fracasados de acciones subversivas y que ahora, disciplinadamente, revelan sin ambages su filiación y apoyo al terrorismo.