Los años de Trump revelaron muchos secretos sucios sobre el Partido Republicano que sus líderes preferirían dejar ocultos. Ahora es innegable que el nacionalismo blanco y el fanatismo, que durante mucho tiempo los conservadores han negado como fuerzas impulsoras dentro del Partido Republicano, son el corazón del atractivo del partido para muchos, quizás incluso una pluralidad, de sus votantes.

Igualmente innegable ahora es el hecho de que los funcionarios electos más destacados del partido, muchos de los cuales esperan convertirse en presidente algún día, son unos cobardes absolutos dispuestos a pasar por alto las fuerzas destructivas en el núcleo del Partido Republicano en su cínica búsqueda del poder.