En El Salvador la lucha siempre ha sido cruenta. En cada capítulo de nuestra historia de dignidad tuvimos mentes maravillosas, inteligencias singulares y voluntades sin precio: ellas siguen siendo las más perseguidas, vapuleadas y suprimidas. El enemigo sabe que tener mente propia es peligroso para sus intereses.
Cada vez que nace un niño o una niña inteligente, el sistema a través de sus padres, hermanos, amigos, maestros, líderes espirituales, le asesta un golpe difícil de evadir. Lo que ocurre justo ahora en El Salvador es resultado de esto: los que sobreviven el impacto, o bien se rinden; o combaten necios, aunque parezca inútil todo esfuerzo. Los más, aprenden a sobrellevarlo, entregándolo todo a una élite que se ríe de ellos, mientras ellos se desgastan en sus trabajos, en la crisis económica permanente o en la violencia diaria. Circunstancias comunes a todos.