Por Nicanor León Cotayo, publicado en Auca en Cayo Hueso
La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, formuló este lunes una declaración que celebraron con júbilo en la Casa Blanca.
Un cable de la agencia noticiosa española EFE, en Ginebra, informó: “Bachelet denuncia que persiste el acoso a la oposición en Venezuela”.
También, según ella, contra periodistas, opositores, líderes sindicales, autoridades universitarias y otros colectivos.
Desde su punto de vista, lo dicho va acompañado “de una retórica que estigmatiza a las víctimas”.
Lo sentenció afirmando, “…actos de violencia de las fuerzas de seguridad y simpatizantes del Gobierno contra parlamentarios de la oposición continúan”.
Así se manifestó la señora Bachelet al hablar ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU e hizo un resumen de la situación que, a su juicio, vive ese país desde el año pasado.
Por ejemplo, resaltó documentos carentes de toda credibilidad que la extrema derecha venezolana hizo llegar a su oficina.
También exaltó su implícita admiración por un hombrecito de Washington que actúa en Caracas.
Lo apodan Juan Guaidó, y el Gobierno de los Estados Unidos le confirió el título de “auto nombrado presidente de Venezuela”.
Nunca el surrealismo había tenido una mejor representación.
Michelle Bachelet fue una mujer digna, hija de padres honestos y valientes.
Al heroico presidente de Chile, Salvador Allende, asesinado por hienas fascistas, hoy también le rinden honores.
¿Podría Michelle Bachelet tan siquiera levantar los ojos frente a su inmensa figura histórica?
Lo sucedido me ha hecho recordar al Héroe Nacional de Cuba José Martí cuando el 4 de octubre de 1869 escribió una carta a su condiscípulo traidor, Carlos de Castro y de Castro:
“¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta”.
Tal misiva le implicó a Martí ser arrojado a la cárcel por las autoridades colonialistas españolas.
Cualquier similitud con lo acontecido no es pura coincidencia.
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