Es de suma preocupación entre la comunidad costarricense e importantes conglomerados políticos del país, la ambivalente y confusa posición de jerarcasdel actual gobierno de Costa Rica, en relación con la violencia promovida artificialmente desde tinglados opositores y fuerzas externas intervencionistas, dirigida a vulnerar la tranquilidad del pueblo nicaragüense.
No es solamente la difusa actitud en momentos en que se está desestabilizando un gobierno constitucional legítimamente electo. Es además, el disimulo y silencio cómplice frente a las atrocidades de actos vandálicos y el salvajismo de hordas de forajidos, actuando ilícitamente con vínculos en Costa Rica; que estrangulan la paz, arrasan la seguridad ciudadana reconocida internacionalmente, en un país hermano, con el que se mantiene relaciones diplomáticas, comerciales y de amistad, consistentes, constructivas y perdurables.